sábado, 1 de marzo de 2014

CAP 3: El dolor de Aryan

Capítulo 3
El dolor de Aryan



––Me sorprende que puedas comer con tanto apetito después de haber estado disecando cadáveres… ¿no te preocupa un poco?
––¡Nah! Es algo necesario ––me contestó Mía sin dejar de atacar su almuerzo––. Con el tiempo se aprende a distanciarse. O sea… entendés que es un cadáver y que tenés que tomar distancia. Si no cuando opere a alguien vivo no voy a poder hacer nada.
––¿No te dan náuseas?
––Nunca fui muy asquerosa. Al principio sí me daba algo de impresión, obvio… pero me acostumbré. Además no queda otra, es acostumbrarse o buscarse otra carrera.
Asentí fascinado. Mía era fascinante sin ninguna duda. Me encantaba que existieran mujeres como ella.
Era estudiante de Medicina, le quedaba poco y nada para ser médica en realidad. Ya estaba en las prácticas en la morgue y pronto iba a pasar a tratar pacientes. Me daba tanta envidia ver a alguien que había progresado tanto en su vida, que era hermosa, simpática, inteligente y una persona que irradiaba una luz que inevitablemente atraía a todos hacia ella.
Era feliz viviendo con ella. Al principio había resentido un poco su actitud al… prohibirme vivir con Jonatan, pero al poco tiempo supe que estaba en lo cierto, que era lo correcto. Me gustaba vivir con ella, era tranquila como yo. Tenía mucho que estudiar siempre, no fumaba, no era desordenada y no gustaba de traer gente al departamento a menos que fuera de vital importancia.
Además, teníamos un par de mascotas totalmente inadecuadas y poco comunes, y los dos estábamos felices con ellas.
Me incliné a darle un trozo de zanahoria a la tortuga que casi trataba de trepar por mi zapatilla. La pescó rápidamente y casi mordiéndome el dedo para dedicarse a comerla celosamente a un lado. Se llamaba Lechuga y era una de nuestras mascotas.
La semana siguiente en que adoptamos a Loki, fue el turno de ir con Mía a la feria de las pulgas. Había una caja llena de tortugas de jardín, y Mía decidió llevarse una. No tiraba pelo, no molestaba y era feliz viviendo en una maseta. Aunque en realidad era casi un perro, que lenta pero vigorosamente nos seguía por todo el departamento y -como en esos momentos- pedía comida.
Pero la estrella de la casa era el bicho que dormía en un tanque de agua. Había comenzado como un horrendo caracol de agua, a quien yo no le había dado muchas esperanzas pensando que los peces se lo comerían de a poco. Grande fue la sorpresa cuando los peces comenzaron a aparecer flotando y la babosa se mudó a un caracol de adorno mucho más grande. Al final, terminó creciendo tanto que lo dejamos solo en su propia pecera y lo bautizamos “Lord Kraken”.
Desde el comienzo en mi amistad con Jony, yo lo llamaba “Davy Jones”, porque siempre usaba unos emoticones que estaban relacionados a los tentáculos, me hacía reír y a la vez me daba un poco de impresión. En honor a Jony y como una cruel broma, Mía llamó “Davy Jones” al caracol. Pero claro, cuando comenzó a crecer tanto, pasó a ser llamado “Kraken” por su generoso tamaño, y cuando fue amo y señor de su propio tanque, no quedó más que agregarle “Lord Kraken”.
Jony odiaba al pobre caracol, le parecía feo y asqueroso, y sólo por eso Mía y yo nos dedicábamos a molestarlo. Tampoco tenía mucha simpatía por Lechuga, pero quizás se debía a que teniendo un gato como mascota era muy difícil sentir agrado por algo menos suave.
Me sonreí inclinándome para darle otro trozo de zanahoria a la tortuga, pensando en Jony en ese momento… quizás sonaba muy dependiente, pero casi todo en mi vida me recordaba a Jonatan, incluso esa pobre tortuga.
––¿Cómo estás con el tema de las pesadillas? ––preguntó Mía de repente. Yo la miré con cansancio, y casi con una muda súplica de no hablar de eso––. Sabés que vamos a hablar de eso, ya lo dejé pasar mucho tiempo.
––Siguen igual ––suspiré en respuesta––. Día de por medio, a veces se toman algo más de tiempo en aparecer… pero siempre es lo mismo. Es… bueno…
––Ary, nos conocemos, no tengás vergüenza.
––Ya… es… siempre es un sueño agradable. Y siempre es que Jony y yo nos vamos a la cama, nos besamos y vamos a hacer el amor. Entonces aparece Juan, golpea a Jony en la cabeza con un paño de cricket y luego viene por mí.
––Me hace acordar al “Resplandor” ––sonrió ella mirándome.
––Sí, es… morboso en cierta forma. Jony me contaba que leía ese libro con su papá y que le daba miedo. Juan nunca fue jugador de cricket, si fuera un palo de golf sería más coherente pero…  ––reí incómodo––. No sé por qué mi cabeza lo trae a colación en algo así.
––Tiene sentido. Ary… ––colocó una mano sobre la mía y me dio un apretón––. Deberías considerar la posibilidad de ir a un psicólogo ¿no te parece?
––No estoy loco, Mía ––protesté.
––No digo que estés loco. Pero pasaste por cosas muy grosas y es obvio que te quedan asuntos sin resolver, tu mente te lo dice con esas pesadillas. Ary… no digo que estés loco, pero tenés problemas con el tema de Juan. No es normal tener pesadillas así de fuertes todas las semanas. No te hace bien. No hay nada de vergonzoso con ir al psicólogo, al revés, debería darte vergüenza el no querer cuidar tu mente.
No dije nada por un momento. Jonatan tenía razón, no había que dejarla hablar porque siempre tenía la razón y realmente era imposible llevarle la contraria. Estaba en lo cierto y yo lo sabía, Jonatan lo sabía, todos lo sabían. Era todo un tabú lo de ir al loquero, precisamente porque el mundo se encargaba de ponerle semejante sobrenombre. Pero cierto era que… necesitaba ayudaba para lidiar con lo que había pasado, con mis miedos hacia Juan.
Obviamente no era una cuestión de sentirme seguro, porque cuando estaba con Jonatan o a lo largo de mi día no pensaba en Juan o en sus delirios violentos, ni en su presencia o en su cercanía, no pensaba en él directamente. Pero por la noche, cuando mi mente se dejaba volar en recuerdos y problemas pasados, ahí estaba el problema.
––Me lo pensaré ¿vale?
––Dale ––me sonrió contenta––. Jony también debería ir… por separado, claro. Pero andá siquiera a sugerirle algo así.
Me reí. Sugerirle a Jonatan que fuera al psicólogo sería un suicidio. Jony era tan diferente al común de la gente, pero a la vez era tan igual. Era tan argentino por momentos. No era algo que me molestara, lo conocía desde hace mucho tiempo y sabía cómo era. Pese a que se había sacudido muchos prejuicios y estereotipos de encima, pese a todo, Jonatan tenía arraigados muchos comportamientos típicos que se daban a la presión social. Y sin embargo… desafiaba muchos otros.
Jony era lo que Patón llamaba un “gay recién nacido”. Aunque según Jony, él no era gay, sino que era… -y me daba tanta vergüenza decirlo- “Aryansexual”. Jony me juraba y perjuraba que no se sentía atraído por otros hombres, que el cuerpo masculino en general no era de su agrado. La cosa era conmigo. Por un lado me agradaba ser el centro de su atención, pero por otro me preocupaba… porque realmente no creía que fuera posible.
Pero volviendo a lo de “gay recién nacido”… yo llevaba una vida entera con mi sexualidad, consciente de quién y qué era. Por tanto, estaba acostumbrado a comportarme de determinada manera, a que el mundo tenía sus tiempos y yo me ajustaba a ellos. Jonatan no, Jonatan no soportaba tener que ir con el paso de la sociedad, porque la pareja éramos nosotros, el problema o no era nuestro, y no de los demás.
Yo no me atreví jamás a salir de la mano con un chico, mucho menos a besarnos en público… porque era homosexual de toda la vida, la vida me había enseñado a no hacer determinadas cosas en público. Jonatan no, al ser un neófito en estos temas, no le importaba nada y no estaba dispuesto a cambiar su forma de comportarse. Habiendo sido heterosexual siempre, nunca tuvo que privarse de coger de la mano a su chica, besarla e incluso acariciarla en público… y eso lo aplicaba conmigo, porque yo no era diferente a ninguna pareja que hubiera tenido antes.
Pasaba por cada apuro cuando me cogía de la mano en la calle o incluso trataba de besarme. No me gustaba hacerlo sentir mal, pero en varias ocasiones había apartado el rostro evitando un beso en medio de la calle. Para mí no era tan simple cambiar hábitos de toda la vida.
––¿Todavía no pudieron… ?
––¡Mía! ––chillé totalmente sonrojado.
––Sos tan aparato ––se rió ella––. Contame.
––N-no… todavía no.
Ella inclinó la cabeza a un lado y me miró de manera adorable, de esa manera que desarmaba. Suspiré rascándome la cabeza y le expliqué mis miedos, lo que le pasaba a Jonatan y lo que habíamos pasado el día anterior por la mañana… y que en realidad ya se había hecho costumbre. El tocarnos y besarnos apasionadamente, que él me tocara sin reparos… pero que su cuerpo no pudiera responder como se debía. Le hablé de mis miedos al respecto, los mismos miedos que se manifestaban en mis sueños.
––Me parece que lo de Jony es totalmente psicológico ––concluyó ella mientras levantaba los platos sucios de la mesa––. Porque ya no está bajo ningún medicamento fuerte como para que esa sea la razón.
––¿No? Entonces… entonces no comprendo.
No, en realidad sí comprendía pero prefería hacerme el tonto. Sólo podía pensar que entonces… en realidad Jony no reaccionaba porque le era imposible, porque lo nuestro no podía ser romántico.
––No te hagás la cabeza ––me reprendió de repente.
––¿Qué más podría pensar, Mía?
––Me parece que Jonatan está traumado con nunca causarte dolor ––se explicó volviendo a sentarse.
––¿Eh?
––Eso. O sea, él vio las marcas de los golpes de tu padrastro. Después esa situación horrible en tu casa… y ahora las pesadillas. Jony te cuida como si fueras algo muy frágil.
––No entiendo qué tiene que ver con el sexo ––suspiré con cansancio.
––Bueno… el sexo anal conlleva algo de dolor.
––¿Y tú cómo…?
––Ary… por favor, soy yo ––se rió encogiéndose de hombros––. Tengo más porno gay en mi compu que todos los homosexuales de Córdoba juntos. Además soy médica, entiendo cómo funciona esa parte del cuerpo y que no es igual a la mía, no es tan sencillo de penetrar.
––Bueno… pero…
––El sexo anal conlleva algo de dolor ––prosiguió ignorando mi vergüenza––. Por mínimo que sea. Entonces, me parece, por ahí, que… Jony está traumado con no lastimarte. Así como vos tenés inconscientemente esos miedos sobre Juan que los manifestás en sueños. Creo que Jony inconscientemente tiene miedo de lastimarte con el sexo, y lo manifiesta sin darse cuenta al no reaccionar físicamente.
Me quedé… boquiabierto e impresionado.
––¿Hay algo que no sepas hacer? ––pregunté incrédulo.
––Convertir a la gente en homosexual, eso me falta ––rió engreída––. Nah, obviamente lo mío es psicología barata. Pero me juego a que es así. Ary… Jonatan te ama de verdad, nunca dudés de eso. Lo que tenés que hacer es dejar que él resuelva su problema, y vos tenés que armarte una vida de verdad. Ary… hace más de un año que vivís en Argentina pero no tenés amigos más allá de Jony, Patón y yo.
––Sí que tengo…
––No, tenés compañeros en la facu. Pero no tenés amigos. Tendrías que intentar entablar lazos con gente que no seamos los pesados de siempre.
Me reí y negué con la cabeza. Nunca había sido una persona de grupos sociales, mi entorno nunca había estado lleno de muchos amigos. En Alicante me había bastado con Raquel y Alex… y con Sergio en su momento. Tres personas era mi máximo. Y ahora que tenía a Jonatan, Mía y Patón… que eran las personas que más quería en mucho tiempo, mucho mejores amigos y confidentes, no tenía necesidad de nadie más. Sin embargo, entendía que quizás Mía trataba de abrirme un nuevo grupo, algo separado de Jonatan… la distancia era buena en ocasiones, y mientras no fueran dos océanos, estaría bien.
––Lo voy a intentar, lo prometo.

~»¦«~

Después del almuerzo, preparé mis cosas y me fui del departamento. Tenía clases a las dos de la tarde, demasiado temprano para mi gusto.
Ya me conocía las calles de Nueva Córdoba, por suerte. Nuestro edificio estaba sobre una avenida que cambiaba de nombre en una intersección. Ciudad Universitaria me quedaba prácticamente en el otro extremo. En invierno disfrutaba ir caminando, pero con el sol infernal de aquella tarde de Marzo y la hora poco propicia, iba saltando de sombra en sombra y andaba despacio.
Iba con los auriculares puestos mientras escuchaba música que no me permitía distinguir los sonidos del exterior. Normalmente me agradaba caminar con música, pero viviendo en Argentina empecé a usarlos por necesidad más que por gusto.
Cierto día llegué al departamento de Jonatan con un ojo morado y varios raspones en el cuerpo. Jony aún estaba usando las muletas en ese momento y casi tropieza al verme entrar así. Más grande fue su sorpresa cuando le expliqué que me había ido a las manos con un obrero de construcción que le dijo todo tipo de improperios a una niña de prepa que caminaba por la acera.
Yo no soportaba esas faltas de respeto, no toleraba semejante avasallamiento en la calle que tan torpemente eran llamados “piropos”, mucho menos con chavas tan jóvenes que no sabían que podían defenderse al menos respondiendo.
Jonatan me reprendió, me hizo prometerle que nunca más interferiría, mientras que Mía casi lloró orgullosa porque un hombre apareciera en defensa de una chica en la calle.
––Es que la mayoría de las chicas no saben que tienen derecho a contestarle al pajero que las agrede. Y ellos creen que te están haciendo un favor, es un ciclo de enfermos.
Esas habían sido las palabras de Mía, y estaban muy en lo cierto. En Alicante era algo que sucedía, como en todo el mundo, pero ya fuera porque yo no salía mucho a la calle o porque era una ciudad más pequeña… no era como en Argentina.
Mía me dijo que desde que tenía once años le decían cosas en la calle. Que cuatro hombres le habían enseñado el pene en la vía pública, que uno se había masturbado alevosamente bajo el pantalón mirándola, que dos le habían tocado las nalgas y que no podía contar la cantidad que le habían dicho improperios. Era una situación que me asqueaba y que no me sentía capaz de presenciar sin hacer nada, ¿en qué me convertía eso? En alguien tan perverso como el que accionaba contra las mujeres.
Sin embargo… unas veces salió bien, y otras no tanto. En algunas ocasiones me quedaba discutiendo a los gritos con el asqueroso, y en otras terminábamos a los golpes. Cuando fueron demasiadas ocasiones en que llegué golpeado, Jonatan tuvo un pico de estrés y hasta Mía tuvo que pedirme que no me involucrara más… por la salud de Jonatan.
Ahora que iba caminando y escuchando música a todo lo que daba en el mp3, me daba cuenta de que la teoría de psicología barata de Mía no estaba tan errada. Verme herido varias veces había sido tan horrible para Jony que hasta había tenido un pico de estrés… realmente podía significar que no toleraba la idea de que se me hiciera daño. Y que él pudiera ser el responsable del más mínimo dolor físico para mí… probablemente era totalmente natural que su cuerpo se bloqueara por sí solo.
No me gustaba que Jony tuviera tan marcado algo así por mí… pero a la vez me generaba cierta tranquilidad que fuera posible que ese fuera el centro del problema.

~»¦«~

Las clases eran como todo en la vida: algunas me gustaban y otras eran terriblemente aburridas. Era una universidad pública y la asistencia no era obligatoria, pero siempre me quedaba por más que la clase fuera en extremo aburrida o el profesor estuviera recitando de memoria el libro.
La Licenciatura en Letras se dividía en dos: Letras Modernas y Letras Clásicas. Yo había optado por la primera, aunque si uníamos los estudiantes de ambas carreras y de todos los años no llegaríamos ni a los estudiantes de primer año de cualquier otra carrera. Éramos realmente pocos. Se diría que menos de cien personas en un aula que estaba hecha para quinientas.
Aburrido como estaba en una clase que era sencillamente mortífera por durar tres horas, comencé a escribir… desde que le había dicho a Jony el año anterior que quería convertirme en escritor, escribía mucho. Siempre estaba lleno de ideas desde niño, las desarrollaba en mi cabeza pero nunca había cobrado el valor de materializarlas al menos en papel. Pero desde que se lo confesara a Jony… fue como recibir aprobación de mí mismo e intentarlo de verdad.
Había comenzado con relatos breves y estos se fueron extendiendo. Esa tarde había empezado escribiendo un título sin saber lo que vendría después… Pero el título me llevaba.

Un Beso en la Oscuridad

En menos de dos horas hice una historia espantosa. La consideraba bien escrita, la historia no era mala en sí… lo que contaba era terrible. Era una historia plagada de violencia, prejuicios y miedos… mis propios miedos. Mi protagonista pasaba por lo peor que podía pasar un ser humano, especialmente uno joven, y aunque yo no había vivido nada semejante… se me ocurría, porque quizás era una manera de hacer catarsis, de manifestar mis propios miedos.
Tener ese tipo de miedos… que un hombre fuera capaz de golpearte hasta darte por muerto, de cegarte para que no volvieras a ver hombres… Quizás Mía tenía razón y realmente tenía que ir al psicólogo, no era sano tener ese tipo de pensamientos.
La clase duraba tres horas, el profesor nos permitía un descanso de veinte minutos antes de que comenzara el último periodo.
––¡Eh Ary! ––me llamó un compañero––. ¿Querés venir a merendar con nosotros?
––Eh… sí, sí. Deja que guardo las cosas y los alcanzo.
Le había dicho a Mía que haría amigos… pues bien, al menos lo intentaría.
Colgué la mochila y la chaqueta en el respaldo de la silla y metí la carpeta con lo que estaba escribiendo en la rejilla debajo del asiento. Salí siguiendo a mis compañeros.
Todos eran muy agradables, de hecho era gente con la que podía llevarme muy bien. Teníamos diferencias en ciertas opiniones y eso era lo bueno, pero aunque me caían especialmente bien tal como Mía y Patón… no tenía la necesidad de profundizar en la relación, de contarles cosas privadas o de pedirles que quedáramos para salir un día. Sencillamente… mi grupo social ya estaba completo, no quería a nadie más.
Regresamos a la clase que duró una interminable hora más, y cuando finalmente terminó me sentía totalmente agotado mentalmente. Junté mis cosas, y aunque recibí la propuesta de ir a estudiar a casa de una de las chicas, la deseché diciendo una excusa medianamente creíble. Sólo quería regresarme al departamento y echarme en la cama.
Sin embargo, sentí el celular vibrar y sonreí al ver que se trataba de un mensaje de Jony.

“Rubio, venite al depa porfa.”

Le contesté que estaría allí en quince minutos.
Llegaba pronto al departamento de Jonatan, desde Ciudad Universitaria hasta su edificio todo me quedaba en bajada, y aunque estaba cansado, los deseos de verlo eran mucho más fuertes.
Tenía llave del edificio y el departamento desde hacía mucho. El edificio de Jony había cambiado la seguridad, ya no podía abrirse la puerta desde arriba, así que el dueño de casa necesariamente debía bajar a abrir. Cuando Jonatan estaba en muletas, me dio la llave para evitar todo eso. Así que subí los tres pisos en el elevador y entré al departamento.
Ni bien franquee la puerta, Loki llegó maullando y se frotó contra mis piernas, lo cargué contento besándole la cabeza. Adoraba a ese gato y me enorgullecía tanto ver lo hermoso y grande que se había puesto con el correr de los meses. Jonatan estaba sentado frente al piano eléctrico haciendo escalas… de inmediato supe que algo no estaba bien.
Con Loki en brazos, caminé hacia él y le dejé un beso en la mejilla para luego dejarme caer en un sillón cercano. El gato se acomodó en mi regazo y comenzó con su concierto de ronroneos. Mientras que Jony seguía haciendo escalas sobre las teclas, ido, no concentrado, totalmente ido. Le conocía demasiado bien esos estados de ánimo como para no ser consciente de que algo malo sucedía, pero también sabía que no tenía que interrumpirlo y dejarlo que me hablara a su tiempo.
––Ayer… ––comenzó finalmente––. Ayer a la tarde vino Antonella.
Me tensé. Hacía mucho que no escuchaba ese nombre de labios de Jonatan. No sabíamos nada de ella desde que… bueno, desde que la había visto gritándome todo tipo de cosas en la clínica cuando apenas había ocurrido el atentado.
––Y… ¿qué quería? ––pregunté repentinamente nervioso.
––Contarme lo que fue de su vida este año que pasó. Tiene un bebé… de siete meses.
––Jony…
––Ella tomaba pastillas el año pasado, no se acuerda si se olvidó una o cómo fue. Cuestión que porque tomaba pastillas le bajaba poco del periodo, y cuando quedó embarazada pensaba que era eso… el periodo. En realidad era amenaza de aborto.
––Jonatan… para…
––Se dio cuenta que estaba embarazada a los tres meses de gestación. Para ese momento yo me estaba muriendo, así que ella decidió tener el bebé. No me dijo nada porque después comencé con la recuperación y no quería sumarme más estrés. Y ahora… y ahora cree que tengo derecho a decidir si…
––¿Si qué? ––casi escupí apretando los puños.
––Si quiero involucrarme y ser padre. Dice que el nene es mío.
Entré en shock… estoy seguro de que entré en shock porque recuerdo muy poco de lo que pasó a continuación.
No sé cuánto tiempo estuve quieto, simplemente mirando fijamente al suelo… simplemente acumulando ira y tristeza que poco a poco iban bullendo en mi interior. Loki debió sentirlo, porque se tensó y se bajó de mi regazo mirándome fijamente con las orejas hacia atrás.
Antonella había tenido un hijo… precisamente ella había tenido un hijo con Jonatan. Ni siquiera podía pensar que quizás el niño no era de Jony, no podía pensar en eso. En mi mente todo era un revoltijo de emociones que no me estaban llevando a nada bueno. Sólo podía sentir y pensar que lo malo nunca se terminaba, no para nosotros, no mientras estuviéramos o quisiéramos estar juntos, nunca se terminaría.
Jonatan… Jonatan nunca sería mío.
Él había podido follar con Antonella, claro, con ella sí… pero conmigo no. Había estado meses con ella, follando como conejos hasta que ni las condenadas pastillas habían sido suficientes y ahora tenía un hijo. Y conmigo… no podíamos más que besarnos y él acariciarme a mí, pero yo no a él.
Jonatan nunca sería mío.
Le había dado un riñón, y nunca había pensado que me debía algo por ello, nunca. Pero sí pensaba que nunca nadie podría tener un gesto así con él, que una parte de mí literalmente estaba con él, que estábamos unidos emocional y físicamente, realmente estábamos unidos. Pero ahora ella… ella venía y le daba un hijo, algo que naturalmente yo jamás podría darle. ¿Qué era un riñón al lado de un hijo?
Jonatan nunca sería mío.
––Ary, escuchame, no te tenés que poner así, porque…
––¡Cállate! ––exploté poniéndome de pie––. Cállate, no quiero escucharte. No quiero escuchar más.
––¿Qué? No, pará. Aryan, escuchame. No es para ponerse así ––exclamó sujetándome del brazo.
––¡Suéltame! ¡Suéltame, no quiero volver a escucharte! ¡ESTOY HARTO, JONATAN! ¡Estoy harto, esto no es justo, no es justo! ¡No puedo luchar más, no contra esto! ¡ESTOY HARTO!
––¡Aryan, pará un poco!
––¡TE ODIO! ––grité recuperando mi brazo de un tirón y empujándolo por el pecho––. Te odio, te odio a ti y a ella. Vete con ella y tengan todos los críos del mundo. Vete con ella y déjame en paz de una vez, esto nunca pudo ser. ¡No me toques!
Le aparté las manos de unos cuantos golpes, di media vuelta y salí corriendo del departamento. No esperé el ascensor, bajé al trote por la escalera a riesgo de tropezarme y romperme la cabeza… no habría sido problema, por el contrario, habría sido una bendición en ese momento.
Salí casi a traspiés del edificio y seguí corriendo, desesperado, tratando de escapar de toda la situación, tratando de escapar de esa vida, de ese mundo que me hacía todo tan imposible. Quizás, si corría lo suficientemente rápido llegaría a otro mundo, a otra dimensión o a mi vida anterior… tan mal me encontraba que aún mi vida anterior a Jonatan se me antojaba mejor que ese momento de dolor.
No regresé al departamento con Mía, no, porque sabía que Jonatan me buscaría allí… así que corrí por las calles, me perdí entre galerías y como siempre había sido mi costumbre terminé en Plaza España. Me senté en una de las escaleras donde apenas si la lumbre de los faroles en la calle llegaba. Era peligroso sentarse en la oscuridad, pero en ese momento… en ese momento quería que me devorara un monstruo y que todo se terminara de una vez por todas.
Me abracé las rodillas… y siguiendo ese ataque de nervios me eché a llorar desconsoladamente como un niño. Era todo tan injusto, tan… yo no podía competir contra todo eso, no podía seguir creyendo que Jonatan realmente era para mí, que nos pertenecíamos, no cuando se cruzaban cosas así en el camino. No era capaz de pensar de otra manera, de sentarme a razonar que quizás estaba exagerando, no podía… sólo sabía que estaba demasiado cansado como para seguir.
Amaba a Jonatan, lo amaba tanto… no me sentía capaz de renunciar a él porque sería como arrancarme una parte del cuerpo en carne viva, un dolor demasiado grande y una ausencia que nunca podría olvidar. Pero la vida se encargaba de inclinar la balanza en mi contra, no ayudaba a que lo que teníamos siguiera, no ayudaba nunca. Cada vez que creía zanjado un problema, se aparecía uno nuevo… y ya no podía, no realmente, estaba agotado.
No fue hasta minutos después que me di cuenta que el celular llevaba rato vibrando. Tenía una llamada, pero no reconocí el número así que le colgué. Y en ese momento aparecieron las llamadas perdidas de Jonatan, sus mensajes y los correos de voz… no quise ver ni escuchar ninguno. Hasta que entró un nuevo mensaje de ese número desconocido.

“Encontré tu carpeta en el aula D1, te la quería devolver”

––Mi carpeta ––mascullé golpeándome la frente con la palma de la mano. La había dejado debajo del asiento ese día.
Le contesté que nos encontráramos en el Mc Donals que estaba frente a Plaza España, me respondió que en media hora estaría allí. Así que esperé un momento del otro lado y finalmente crucé para esperar frente al local de hamburguesas. Era bastante tarde, me sentía agotado física y mentalmente, pero no estaba dispuesto a regresar al departamento… podía imaginar a Jonatan esperándome en la puerta, y no me sentía ni remotamente listo para enfrentar la situación.
Esperé apoyado en un poste de luz… hasta que lo vi. Por algún motivo me había imaginado que sería una chica la que había encontrado la carpeta y tenía la gentileza de devolvérmela. Pero era un muchacho, más bien un hombre. Me recordó a Pablo… porque era Pablo.
––¿Por qué…? ¿Qué…?
––Mi sobrino estudia Quinesiología ––me contestó, encantador como lo recordaba––. Se ve que tu clase es anterior a la de él, se sentó en tu banco y encontró la carpeta.
Abrí la boca sin saber qué decir, porque todo eso se sentía muy… era la clásica escena de telenovela/culebrón barato. Los protagonistas tienen una pelea, sucede una situación de desencuentro y aparece el encantador ex novio a poner un manto de amor y tranquilidad sobre uno de ellos… en las novelas eso terminaba en un polvo por despecho. Claramente, el Universo estaba viendo muchas telenovelas mexicanas o quería hacer de mi vida una historia rosa.
––Me gustó mucho el relato que escribiste ––me dijo de repente––. “Un Beso en la Oscuridad”. Nunca me dijiste que se te daba escribir.
––No, es que… Perdona, todavía no caigo en que te vuelva a encontrar de esta manera.
––Y en esta plaza ––me sonrió––. Acá te conocí ¿te acordás?
––Sí ––contesté con precaución.
––No te pongas a la defensiva, Ary. Yo estoy en otra, estoy en pareja y calculo que vos también… y ¿Qué por eso estabas llorando?
––No estaba llorando.
––Ary...
Suspiré y asentí con la cabeza. No me gustaba encontrármelo en ese momento, quizás en otra ocasión hubiera sido diferente, hasta me habría sentido feliz, pero ahora… ahora se sentía demasiado escenificado.
––Te invito un café.
––No creo que sea buena idea.
Se encogió de hombros y con eso me di cuenta de que realmente no se ofendía porque no le importaba. Así que respiré hondo y asentí, a fin de cuentas… ambos estábamos en otro momento de la vida, supuestamente él estaba en pareja y quizás no debería tomarme el encuentro como algo malo, sino como que… así como Jony era parte de mi vida, Pablo también lo era.
Cruzamos al Mc Donals y allí tomamos café, no el mejor del mundo pero… lo importante era conversar.
Conversamos por horas.
No tenía ese tipo de charlas desde que conociera en persona a Jonatan. Esas charlas donde se podía saltar de un tema a otro, donde congeniábamos al instante y parecía que nos conociéramos desde siempre, porque teníamos pensamientos similares, porque nos entendíamos y podíamos debatir con calma pero pasión al mismo tiempo. Creo que nos llevamos mejor allí que cuando éramos pareja, y habíamos sido una buena pareja.
Pablo era diferente ahora, estaba más tranquilo, más relajado. Me habló de su pareja, un hombre un poco mayor que él que también estaba en la medicina pero era cardiólogo. Yo le hablé de todo cuanto me había sucedido desde que nos viéramos en la disco donde Jonatan tuvo el terrible accidente. Y sí, efectivamente ambos estábamos de acuerdo en que todo parecía sacado de una película.
––Estabas llorando.
Miré a un costado, curiosamente no me sentía descubierto o invadido. Se me notaba mucho cuando lloraba de esa manera, se me hinchaban los ojos y quedaban enrojecidos, toda la cara se transformaba.
––¿Por qué llorabas?
Quizás era por el cansancio, por lo que me provocaba Pablo o quizás simplemente porque estaba totalmente necesitado de confiar en alguien y simplemente descargarme. Pero le conté todo… le conté sobre Jonatan, cómo nos amamos, las cosas que pasamos, todo… hasta lo que había ocurrido casi dos horas atrás en su departamento.
Pablo no habló durante todo mi relato, entendía que yo sólo necesitaba hablar y sacarme todo, absolutamente todo lo que sentía
––Ahora no… no quiero regresar al departamento. Sé que él estará ahí y no puedo enfrentarlo, no ahora.
––¿Querés venir a dormir a casa?
––Am… no sé si sea buena idea. ¿No vives con tu pareja?
––Sí.
––¿Y no le caerá mal que aparezca tu ex a pasar la noche?
––Sabe de vos ––se rió levantándose––…  y cree que lo nuestro fue una manifestación de mi deseo de ser padre enfocado muy mal.
––Ya… ––sonreí negando con la cabeza––. Está bien, gracias.
Pablo ya no vivía en el departamento de antes, se había mudado a una casa grande en un barrio privado. Así que me subí a su coche y me permití ser llevado lejos de lo que venía considerando mi hogar. Quizás estaba mal, así Pablo estuviera en pareja o no… era mi ex y no había pasado tanto desde la última vez que habíamos estado juntos. Pero… pero prefería pensar en cualquier cosa antes que en Jony, en Antonella y su hijo… el hijo de Jony.
––Capaz y ni siquiera es suyo ––dijo Pablo mientras conducía––. ¿Pensaste en eso?
––Sí, pero… Creo que eso es lo que menos me importa.
––Ary… La realidad es que estás en una relación complicada, pero teniendo en cuenta que tuviste una vida complicada no debería ser sorpresa.
––Gracias por el consuelo ––suspiré rodando los ojos.
Se rió y me palmeó la cabeza.

––Lo que quiero decir es que si querés que las cosas pasen, tenés que actuar.


CONTINUARÁ...