viernes, 20 de junio de 2014

Cap 4: Las Dudas de Jonatan

Capítulo 4

Las Dudas de Jonatan



Cerré los ojos conteniendo la frustración y el enojo, pero fue imposible cuando la llamada número quién sabe cuánto fue directo al contestador. Arrojé el teléfono al futón y le dí un puñetazo a la pared, la cual me devolvió el golpe con mucha más fuerza. Pero el dolor no era malo en ese momento, el dolor era necesario. Necesitaba calmarme, serenarme y creer que no todo estaba perdido. Un poco de dolor para aplacarme no era malo… no, no en ese caso.
Se me reventaron las cápsulas de los nudillos y se me hinchó la mano rápidamente. No era la primera vez que me pasaba, pero sí era la primera vez que agradecía el dolor y las palpitaciones en el puño.
Mi carácter era tan irascible hacía meses. Tenía que admitir que ni yo me soportaba, estallaba por poca cosa… aunque en ese caso había que justificarme, no era poco por lo que estaba enfadado.
––Sos un boludo ––me dijo Mía mientras tiraba de mi brazo y me llevaba a sentarme––. No es para tanto, Jonatan. Controlate un poco.
No dije nada, simplemente dejé que me pusiera hielo en la mano y se dedicara a limpiarme la sangre de los nudillos. Respiré hondo, el dolor me calmaba… al menos lo suficiente como para no quitarle la mano y gritara que no me dijera que no era para tanto. Porque para mí sí era para mucho más que sólo esa demostración de bronca absoluta.
––No me atiende ––suspiró Patón cortando la llamada que él mismo hacía––. Está claro que no quiere hablar con nadie, Jony.
Me mordí el labio inferior y no respondí, estaba demasiado molesto como para decir algo. En parte me alegraba que Aryan no quisiera hablar con nadie, porque si le hubiera atendido la llamada a Patón y no a mí, no me habrían alcanzado las paredes del departamento para dejar salir mi furia.
Pero a la vez estaba demasiado preocupado. Ary no había regresado a dormir al departamento, no había llamado, no daba señales de vida de ningún tipo. ¿Y si le había pasado algo? A esas alturas estaba demasiado acostumbrado a que cuando las cosas iban mal, perfectamente podían ir peor. Por tanto, no me iba a tranquilizar hasta que Aryan estuviera a mi lado… ya fuera gritándome o insultándome, pero a mi lado, sano y salvo.
––Igual es normal, Jony ––me dijo Patón––. Debe querer estar solo un rato, pensar y tranquilizarse. Hay que darle su espacio y su tiempo. Lo que me sorprende es lo tranquilo que estás vos.
––¿Eh? ––casi escupí mientras dejaba que Mía me vendara la mano.
––Que estás muy tranquilo considerando que ahora sos papá… así de la nada. Yo me estaría muriendo.
––No me voy a preocupar por eso hasta que sepa si el nene es mío ––contesté con la misma indiferencia.
Sí… hasta que supiera o no si era mío, pero por alguna razón sospechaba que debería comenzar a preocuparme pronto.

~»¦«~

La tarde anterior, cuando le abrí la puerta a Anto no me esperaba esa imagen. Ella estaba igual de hermosa a como la recordaba, no estaba enfadada por suerte, porque esa era la última imagen que tenía de ella. Nuestras últimas charlas habían sido poco antes del atentado al boliche, siempre discutiendo, ella llorando o yo negándome y haciendo el papel de malo. Dejó de hablarme antes de que me accidentara, y aún después nunca recibí una llamada de ella.
Nunca negaré que eché de menos su presencia, sus palabras y que me dolió demasiado que ni siquiera fuera capaz de llamarme para ver cómo estaba. Verla de repente después de tantos meses, pero con un bebé en brazos fue ciertamente chocante.
El bebé era lindo. Yo no tenía especial aprecio por los niños, ellos lo tenían por mí en realidad, pero podía reconocer que era un nene muy bonito. Tenía pocos cabellos lacios y negros cubriéndole la cabecita, unos grandes y redondos ojos verdes, mejillas rosadas y era muy tranquilo. Quizás por eso no tuve problemas con que se quedara, el bebé era tranquilo y no hizo ruido alguno mientras su madre hablaba.
––¿Por qué no me dijiste nada? ––le había preguntado horrorizado, luego de que ella explicara cómo se había dado cuenta de que estaba embarazada.
––No estábamos en nuestra mejor situación ––me sonrió con calma––. Lo peor que se le puede hacer a un tipo que te dejó es decirle que estás esperando un hijo suyo.
––Yo no te dejé…
––¿No? Jony… puede que yo haya decidido cortar, pero vos me dejaste mucho antes. Y está bien, no estoy enojada ni vengo a revivir nada de eso.
No le dije nada… porque quizás tenía razón. Yo había dejado nuestra relación tiempo antes de que ella explotara en contra. Yo había descuidado muchas cosas para estar por y para Aryan. A mi parecer en ese momento, Antonella no era capaz de entenderlo y era egoísta por eso… pero más tarde comprendí que muy pocas mujeres hubieran sido capaces de entenderlo y aceptarlo. No llevábamos tanto tiempo juntos como para que ella pudiera ponerse en un lugar comprensivo.
––No te estoy pidiendo nada, Jonatan ––me aclaró de repente mientras acunaba al niño, que ya se veía cansado––. Me parece que no hay una buena manera de hacer esto. Si no te decía que tenés un hijo, soy una hija de puta que te negó un derecho. Si te digo la verdad, soy una hija de puta que te cagó la vida. Así que… no te estoy pidiendo nada, sólo te ofrezco la oportunidad de ser parte de la vida de Joaquín. No quiero tu plata, no quiero tu apellido, no quiero nada de eso. Esto no es por mí, esto es por vos… y eventualmente por Joaquín. Pero si no querés saber nada, me parece perfecto y voy a respetarlo. La que decidió tenerlo soy yo.
No le contesté por un rato, quizás entendió rápidamente que su palabra no me era suficiente. No quería ofenderla ni mucho menos, pero errar era humano y desconfiar era sensato.

~»¦«~


––Voy a pagar el análisis de ADN ––les aclaré a mis amigos
––¿Anto aceptó eso? ––replicó Patón.
––¿Qué yo pague?
––¡No, boludo! Que tengan que hacerse un análisis.
––Claro que aceptó. Si sólo le van a sacar baba al nene, no es como que le tengan que pinchar un dedo ni nada. Esta tarde tenemos que ir a dejar las muestras.
––Me preocupa bastante la buena predisposición de ella en todo esto ––meditó mi amigo mientras se frotaba el mentón.
––A mí no ––casi escupió Mía.
Ambos nos giramos a verla con preocupación. Antonella era… no, no era, solía ser por momentos el tipo de mujer que Mía odiaba. Anto era la típica chica que creía que el feminismo era un movimiento de mujeres resentidas contra los hombres, que no le veía el problema a las publicidades sexistas del día a día, y que no entendía por qué a algunas mujeres les molestaba que los hombres les gritaran cosas en la calle. En esos aspectos, Mía no la soportaba. Por lo que, que saliera repentinamente en su defensa nos preocupó un poco.
––¿A vos no? ––insistí mirándola.
––No. Capaz vos tengas esos cerebros que suele tener la gente… esos que hace borrón y cuenta nueva, lo cual lo entendería en tu caso porque se te cayó un techo encima ––me explicó tranquila mientras acariciaba el lomo de Loki, quien gustosamente se paseaba entre sus piernas––. Pero Anto te amaba de verdad, Jonatan. Te amaba en serio. Y tenés que admitir que manejó bastante bien que la hayas dejado por otro chico.
Miré mi mano vendada y no dije nada, yo no era alguien que fuera capaz de aceptar los errores con facilidad, mucho menos el pedir perdón. Era terco y obstinado. La única persona ante la cual no sentía vergüenza a la hora de disculparme o admitir un error… era Aryan.
Porque Mía tenía razón, demasiada razón. Antonella era la clase de chica que no estaba acostumbrada a que la dejaran nunca, y que yo la hubiera dejado por un varón… seguramente había dolido en lo más hondo de su ego. Considerando cómo era ella… quizás sí, tenía que admitir que era un gran gesto que simplemente se presentara a querer darme la oportunidad de ser padre.
––Igual voy a esperar al ADN ––insistí, testarudo––. Y si el pibe es mío, me voy a hacer cargo como corresponde. Pero ahora lo que realmente me preocupa es Aryan, y no voy a estar tranquilo hasta que sepa de él.

~»¦«~


Me pasé el resto de la tarde colgado del celular, llamando y llamando a Aryan. Por tanto, no fui a clases. Lo llamé desde el celular, desde el número fijo y hasta bajé para hablarlo desde una cabina telefónica. Pero Aryan no encendía el celular directamente. ¿Y si le había sucedido algo? ¿Y si estaba en peligro y yo no tenía forma de saberlo? Comprobé la hora en el velador… era temprano, pero en cuanto dieran las ocho de la noche iba a ir a hacer la denuncia en la comisaría más cercana.
Siempre pasaba así ¿cierto? Se daba una pelea de pareja o lo que fuera, una persona desaparecía y el otro no hacía la denuncia porque quería darle espacio. No, aún si estuviera exagerando no me iba a arriesgar a tener la más mínima posibilidad de que algo así sucediera. Ya nos había pasado ¿cierto? Cuando Aryan se ausentó apenas unos días de mi vida pensé que estaba trabajando u ocupado, y de haber dejado que las cosas pasaran de largo su padrastro podría haberlo asfixiado aquella vez en el departamento. Así que no, no iba a correr más riesgos.
Suspiré al regresar al departamento, preocupado, angustiado y… dudando. ¿Y si en realidad estaba cansado? ¿Y si Aryan estaba harto de mí y acababa de darle la excusa para terminar? No pude evitar recordar sus palabras… sus fuertes palabras. En un momento de enojo eran totalmente entendibles, pero no pude evitar recordarlas y procesarlas, analizarlas más de lo que merecían.
“¡TE ODIO!”
Me llevé una mano a la cabeza… era como un golpe constante de un martillo sobre mi cabeza. Que Aryan me dijera semejantes cosas, palabras tan fuertes, tan intensas y tan cargadas de desesperación. Cualquiera estaba autorizado a decir todo tipo de cosas en un momento de furia… ¿pero tanto?
“Te odio, te odio a ti y a ella. Vete con ella y tengan todos los críos del mundo. Vete con ella y déjame en paz de una vez, esto nunca pudo ser.”
––Nunca pudo ser… ––susurré abatido––. No es así, Ary… no es así.
Me convencí de que estaba enojado, de que era eso, tenía que estar enojado y le había salido algo que quizás había acumulado mucho tiempo. A fin de cuentas… yo pensaba lo mismo ¿verdad? Muchas veces había pensado que lo nuestro no podía ser, porque desde el principio era un caos y había tantos obstáculos… como si alguien los hubiera puesto allí con toda la intención del mundo.
Yo pensaba tantas veces que Aryan era demasiado bueno para mí, que era una luz, un sueño imposible de materializarse. Y las inseguridades que nunca antes había conocido, esas que jamás habían sido parte de mi personalidad o mi vida… se presentaban, campantes y alegres a mi puerta, y comenzaban a hablar y a monologar. Todas tenían algo que decir, y todas congeniaban en un punto: que Aryan estaba conmigo por lástima, por costumbre, porque era lo que había que hacer después de todo lo sucedido, porque se sentía culpable después del atentado… por tantas cosas, menos por amor.
A fin de cuentas no éramos una pareja de verdad. No habíamos hecho el amor, porque yo era un desastre absoluto incapaz de hacerlo. Me revolví los cabellos, no quería entrar en ese tema nuevamente… sólo conseguiría darle más golpes a la pared y terminaría por reventarme la mano entera.
No había dormido en toda la noche, llamando y esperando la llamada de Aryan, por lo que el sueño me venció pasándome factura después de tanto cansancio. Me dormí en el futón con Loki sobre mi espalda, pesado pero cálido.

“¡Estamos locos de atar, somos trovadores que en tu ciudad… damos pinceladas de color a tu gris realidad! ¡Somos mitad caballeros, mitad bohemios y embusteros! ¡No somos lo que un padre quiere para su hijita bebé! ¡¡Estamos locos de atar…!!”
Me sobresalté con el despertador, no recordaba haberlo fijado, pero agradecía que fuera así. Me restregué los ojos, me dolía la cabeza por haberme levantado tan de golpe… pero con sólo ver la hora se me pasó volando.
Entré rápidamente a bañarme, aún pensando en ese sueño, pensando rápidamente en todos los detalles. Los sueños comenzaban a hacerse difusos luego de diez segundos tras despertar, y siempre que se trataba de mi papá quería recordarlos bien. Al principio porque me gustaba tener su presencia aún de forma imaginativa, y después porque Mía había metido esas locas ideas en mi cabeza: que mi papá realmente me visitaba.
Comprobé el celular y jadeé emocionado al ver que tenía un mensaje de Aryan.

Estoy bien, perdón por desaparecer. Iré más tarde.

Suspiré molesto, triste y dolido… ¿tanto costaba llamar? ¿tanto costaba explayarse un poco más? ¿Acaso se imaginaba el infierno por el que me estaba haciendo pasar? Respiré hondo, no quería enfadarme, no quería entrar en un espiral de resentimiento que terminaría mal cuando nos viéramos cara a cada, no quería… por nada del mundo que nuestra relación pisara esas aguas negras de constante discordia, miedos, desconfianza y desorden. Lo dejé de lado, no pensaría en nada, ya sabía que Aryan estaba bien, pensar en lo que vendría después o no sólo me dejaría la cabeza hecha un lío. Por fortuna –o no- tenía otro asunto importante del cual ocuparme.
Metí plata, el celular y las llaves en los bolsillos, salí del departamento y me encaminé al sanatorio en donde íbamos a hacer los análisis de ADN. Era una clínica privada que me quedaba muy cerca, estaba a dos cuadras de un lugar realmente bonito que se llama Buen Pastor. Al pasar por allí me detuve unos minutos para ver el espectáculo de aguas danzantes que hacían los chorros de agua de la enorme fuente. Me gustaba mucho ver cómo el agua se sincronizaba con la música… una vez había llevado a Aryan allí, lo había llevado muy cerca de la fuente y entre risas disfrutó del show mientras quedábamos empapados. Quería llevarlo otra vez… de noche para ver las luces de colores mezclarse con los saltos de agua, y besarlo bajo la lluvia que provocaban los aspersores, ahí, en medio de toda la gente… sin que nada más importara. Porque nada más importaba, en verdad… nada.
Me apresuré a llegar al sanatorio, mientras subía en el ascensor revisaba el celular… pero no tenía más llamadas ni mensajes. Suspiré cansado y entristecido.
La puerta se abrió dejándome en frente de la sección de Laboratorio. Antonella estaba sentada en una de las sillas de la sala de espera, leía un libro de la facultad mientras que el bebé estaba sentado en el suelo jugando con unos peluches.
––Hola ––la saludé con un beso en la mejilla, me senté a su lado y entrelacé las manos entre las piernas––. ¿Hace mucho que estás esperando?
––No, enseguida nos atienden ––me sonrió ella regresando a su libro.
––¿Es de la facu? ¿Cómo hacés con eso?
––Ahora estoy retomando de a poco. Al menos con el material, pero con las clases no hay forma. Estoy sacando algunas materias libres. Pero cuando Joaquín cumpla los dos años voy a volver con todo. Hasta entonces es una edad muy delicada, no lo quiero dejar con alguien.
Asentí, era comprensible.
No hablamos después… pero yo me quedé viendo al bebé. No pensaba en él como un individuo, no podía. Lo veía como… un extraterrestre o algo parecido. No sabía cómo sentirme con respecto a ese niño. Si era mío… cosa que era muy posible, un análisis de sangre no iba a hacer aparecer el amor de repente. Si había mujeres que los parían y no los querían ¿cómo iba a hacer yo? Hacerme cargo del chico no iba a ser sólo pasarle dinero a Antonella, ella no necesitaba eso… ella quería un padre para el niño.
De repente, la presión y nervios que Patón había sentido por mí fueron llegando. Padre… me estaba por convertirme oficialmente en padre. Antonella me daba la opción de hacerme a un lado, por más que el resultado de paternidad fuera positivo… pero yo no había sido criado para dejar a un bebé sin padre. Iba a hacerme cargo, como había dicho… ¡pero no tenía idea de cómo hacerlo!
Lo único que podía pensar era que… ese momento era demasiado intenso y yo no tenía a Aryan conmigo. Necesitaba que estuviera a mi lado, que me sujetara la mano y me dijera que no iba a ser un fracaso criando a un niño… o no tanto. Necesitaba de su calor, su contención, de su presencia… sólo su presencia. Así las inseguridades se sentaron a mi lado, una en cada hombro susurrando sus ponzoñas… de cuán enamorado estaba yo y quizás Aryan no sentía lo mismo. Era lástima, era compromiso.
Escuché que las puertas del ascensor se abrían, muy por el rabillo del ojo vi al bebé gateando hacia ellas y a Anto levantándose asustada.
––¡Joaquín!
Preocupado, alcé la vista al tiempo que me ponía de pie… pero el bebé estaba bien, porque Aryan lo estaba cargando suavemente. El niño se rió palmeándole las mejillas y Ary fue a entregarlo a su madre. Para mi sorpresa, Anto no se lo arrebató de los brazos, sino que le sonrió y le agradeció.
Aryan se sentó a mi lado, me sonrió… con esa sonrisa que iluminaba mi mundo y se inclinó a darme un beso en la mejilla. Entrelacé mi mano a la suya y la apreté, él me devolvió el gesto y se me quedó mirando… tranquilo, relajado y hermoso. No pude evitar inclinarme y reclamar sus labios, despacio y silencioso, pero los hice míos… porque eran míos.
––Perdón… perdón, no supe manejar el tema. Te tendría que haber dicho de otra manera ––comencé a decirle.
––No… está bien. Era imposible que lo manejaras de una forma diferente y… y yo tampoco. No te voy a pedir perdón por irme, realmente necesitaba pensar. Pero sí lamento haberte dicho esa sarta de tonterías, no lo pienso ni lo siento ––me dijo con firmeza mientras acariciaba mi mano.
Sonreí y lancé un suspiro de alivio, asentí a todo lo que dijo porque estaba de acuerdo. Me acerqué buscando otro beso, pero él se hizo hacia atrás y miró a Antonella. Quien en realidad no nos estaba prestando atención, sino que se levantaba con el bebé en brazos para ir hacia uno de los dispensers de agua.
––¿Cómo estás con esto? ––me preguntó Aryan
––Bien… qué se yo, nervioso. Hay que esperar al análisis igual.
Arqueó una ceja y se me quedó viendo un momento, lanzó una risita burlona y miró nuevamente hacia Antonella y el bebé.
––¿Qué? ––protesté confundido.
––Jony… estás en todo ese niño. Es todo tú, por donde lo veas. Son dos gotas de agua ––me sonrió acariciándome la mano––. Es tu hijo.
––No me digas eso ––reí nervioso.
––Bueno, es la verdad. Si no es tuyo es que tienes un gemelo dando vueltas por el mundo. Es un niño lindo, seguro eras igual cuando eras pequeño.
––Sí, qué se yo… estoy jodido ¿no? Ary… a mí no me gustan los bebés, no quería uno propio ni siquiera… y ahora…
––Jony, Jony ––susurró mirándole a los ojos, me apretó la mano y le sonrió tranquilo y lleno de amor, y yo… cual idiota me derretí y apacigüé––. Todo saldrá bien.
––No me vuelvas a hacer esto ––supliqué y él me miró sorprendido––. Ary… desaparecerte así, entiendo que hayas estado enojado, pero… no me hagas eso. De verdad, no tenés idea el infierno por el que me hiciste pasar.
Se quedó callado mientras me miraba, era tan expresivo con sus ojos que pude leer la culpa en ellos.
––¿Juan? ¿Te recuerda… a lo que pasó con Juan?
Asentí avergonzado. Y estaba avergonzado porque en todo ese tiempo que Aryan tenía pesadillas donde ese desgraciado reaparecía en su vida para joderla, yo estaba allí siendo valiente y protector, asegurándole que jamás volvería a vivir cosa semejante. Pero ahora yo me mostraba vulnerable y con ciertas reminicencias, con miedos de que realmente podíamos sufrir eso otra vez. Me sentí tan estúpido, tan hipócrita.
––No volveré a hacerlo ––me prometió de repente y se acercó a besarme en los labios––. Lo siento, lo siento.
––Era que no te ibas a disculpar ––sonreí aliviado.

––Bueno… por ti valen las excepciones.


Continuará...