miércoles, 23 de julio de 2014

CAP 5: El Calor de Aryan

ADVERTENCIA: este capítulo contiene escenas eróticas. 

Capítulo 5

El Calor de Aryan

Jonatan siempre me pareció demasiado guapo para lo que debería ser legalmente permitido. Y cuando dormía me permitía tener esos momentos para apreciarlo, hacer el papel de baboso y sonreírme por ello. Me gustaba verlo dormir, mimarlo y disfrutar de su tranquila presencia.
Le acariciaba la frente en ese momento, deslizando los dedos suavemente por esa zona que normalmente cubría con su cabello negro. Y allí podía ver las pequeñas marcas que recordaban al atentado en la disco… esas pequeñas marcas apenas más oscuras que su piel, donde se habían incrustado pedazos de cristal abriendo heridas. Jonatan tenía el cuerpo lleno de esas marcas, de esas cicatrices que eran un recuerdo de lo que había sucedido. Un recuerdo de esa trágica noche que había sido una seguidilla de mal entendidos y desgracias.
Suspiré mientras lo besaba en la mejilla, Jony estaba tan cansado.
Deslicé los dedos por su mejilla, delineé su nariz y sonreí ante lo rasposo de su mentón, tenía esa barba rala de unos días. Le quedaba muy bien, pero Jony la rasuraba en cuanto sentía que tenía la cara mínimamente poblada de vello. A mí no me importaba, se veía bien de todas formas.
Bajé por el cuello y el fuerte pecho. Al comenzar con su rehabilitación, Jony se había dedicado mucho al ejercicio para recuperar la fuerza y vitalidad de su cuerpo. El gimnasio había sido una parte importante en su vida, no sólo como medio de rehabilitación, sino como descargue por los cambios de humor y las frustraciones.
Le subí la camiseta contemplando su torso fuerte y masculino, también lleno de cicatrices. Besé cada una de ellas y respiré sobre su pecho, aspirando su aroma, ese aroma a Jonatan… ni a colonia, enjuague o jabón, no, el aroma de Jony.
Pensé en Pablo, en nuestro encuentro y el haber pasado la noche en su casa, no había sucedido nada por supuesto, pero de todas formas sentía una chispa de culpa por haberme refugiado en casa de mi ex mientras mi pareja actual (y que esperaba fuera para toda la vida) me rastreaba desesperado. Pablo era… un gran tipo, una persona maravillosa que realmente agradecía haber tenido en mi vida. Pero el habernos reencontrado y pasar esas horas con él me hizo ver realmente cuánto amaba a Jonatan, cuán enamorado estaba de ese hombre, cuán… perfectos éramos el uno para el otro. No es que tuviera una vasta experiencia en hombres, pero Jony tenía eso, eso que me hacía sentir vivo. No había nadie más en el mundo, y por tanto tampoco podía haber nada que no pudiéramos solucionar.
Veía las cosas de manera diferente ahora. Me daba cuenta de que en muchas ocasiones podía evitarme la crisis y no ahógame en un vaso con agua.
Cierto, tenía ciertos asuntos con Jonatan que nos afectaban como pareja… pero ahora me sentía más que dispuesto a ver las cosas como Mía me las había explicado: que Jony no quería hacerme daño hasta tal punto que se reprimía a nivel inconsciente. Aprendería a amar eso de él. Así como aprendería a amar el hijo que tenía, porque estaba más que claro que Joaquín era suyo… eran iguales.
Lo que más me aliviaba a la hora de aceptar a Joaquín en la vida de Jonatan, era la conversación conciliadora que había tenido con Antonella el día que dieron las muestras para el análisis.

~»¦«~

Cuando el bioquímico los mandó a llamar, Jonatan me pidió que entrara con él. Antonella sentó a Joaquín en la mesa junto a Jonatan, y fue en ese momento cuando no pude evitar sonreír… porque era como ver un antes y un después. Estaba seguro que si veía fotografías de Jony cuando era bebé, sería exactamente igual a Joaquín. Quizá fue que ella notó mi sonrisa, pero no se separó del bebé sólo cuando el médico se acercó a abrirle la boquita y sacarle saliva… se acercó a hablarme.
––¿Enterramos el hacha? ––me preguntó con cierta timidez que yo encontré demasiado adorable como para negarme.
––Me parece que es tiempo ––asentí.
––Lo que te dije ese día en el hospital ––suspiró acomodándose la larga melena negra, realmente era una mujer muy hermosa y cautivadora––, no sé qué decirte.
––Estabas alterada, lo entiendo. Jony… parecía que iba a morirse y…
––Estaba muy enojada en esos días, Aryan. Realmente muy enojada. Más enojada con mí misma que con Jonatan, pero lo proyectaba en vos. Tener a Joaquín me hizo darme cuenta de muchas cosas que hice mal. Estaba enojada por no entender a Jony, por no ver que te necesitaba a vos y no a mí, por no ver que… te amaba a vos y no a mí.
––Eso es… muy fuerte de decir ––repliqué algo incómodo frotándome la nuca––. De verdad que nunca quise… “quitarte” a Jony. Nunca pensé que me vería de esa manera, nunca tuve nada en tu contra y… entenderé si estás incómoda con que yo esté cerca de Joaquín.
––No, no, no ––rió ella palmeándome un hombro.
El cambio que sentí en Antonella ese día fue totalmente colosal. La diferencia que había entre esa chica y la que había conocido un año atrás… la chica hueca, tonta, que realmente no entendía de hombres de cualquier tipo, de su propio hombre y de la vida en general, esa chica había quedado muy atrás, lejos y olvidada. La mujer que tenía ante mí era una persona que había pasado por un proceso de maduración a la fuerza… pero que le había ayudado mucho.
––A mí no me cambia que Jonatan esté con vos, mientras esté para su hijo ––me aclaró encogiéndose de hombros––. Joaquín no va a ser gay o no por lo que sea Jonatan, o por quién esté a su lado. Y aunque lo sea… no me va a hacer diferencia alguna. Simplemente ––sonrió casi irguiéndose como una madre leona––, voy a tener que esforzarme más en cambiar al mundo para que sea un lugar donde él pueda ser feliz.
Y con eso… enterramos el hacha de guerra.

~»¦«~

Sonreí mirando a Jonatan, sabía que iba a ser un gran padre. Iba a costarle adaptarse a lo que sería tener un bebé en su vida… pero iba a estar bien, estaba seguro. Había tenido un gran ejemplo del cual aprender.
––Mmmhh… Ary ––balbuceó entre sueños mientras se giraba sobre su costado.
Quedó de frente hacia mí y no pude evitar derretirme por ese gesto de llamarme en sueños. Lo miré fijamente y me mordí los labios, de repente estaba envalentonado y lleno de la necesidad de tocarlo. Así que hice algo osado, algo que ni siquiera en sueños me había atrevido a realizar: metí la mano en los interiores de mi novio.
La frase evocaba algo perfectamente normal y común teniendo en cuenta nuestra relación, pero estaba claro que entre nosotros nada había sido común ni normal alguna vez. Pero estaba dispuesto a que eso cambiara, a que Jonatan no tuviera miedo y especialmente a que yo dejara de temerle a la situación.
Le bajé los interiores hasta que quedaron atorados en sus muslos, pero fue suficiente. Acaricié las líneas marcadas de su firme abdomen y descendí, sorprendido de mi propio atrevimiento y cómo me encendía hacer eso.
Aplasté suavemente el miembro fláccido con la palma de la mano y acuné los testículos con la otra. Comencé a frotar, despacio, lento y suave. La piel era tan suave y conforme se fue endureciendo, pude sentir el olor masculino de Jonatan. Respiré hondo tratando de calmarme, no quería despertarlo… no aún.
Lo rodeé con los dedos cuando estuvo firme y erguido, y comencé a masturbarlo. Subiendo y bajando la mano, sintiéndolo cada vez más duro y húmedo. Le acaricié los testículos con la otra mano y me atreví a deslizar los dedos hacia el perineo para masajearlo.
La respiración de Jonatan se había acelerado y su cadera de vez en cuando sufría espasmos, espasmos que lo llevaban a embestir suavemente contra mi mano. Así que lo complací, fui más rápido y lo apreté con mayor intensidad, mientras que mis dedos masajearon y apretaron esa zona tan tabú (entre los heterosexuales).
Jonatan gimió entre sueños, lo sentí poner los pies en punta y separar los dedos, por ello aceleré el movimiento de mi mano. Despacio y agitado, él abrió los ojos y me miró sorprendido.
––A-Aryan…
Pero no lo dejé hablar, invadí su boca y busqué su lengua. Gemí dentro de ella, porque sólo tocarlo y tenerlo así por primera vez me excitaba, me excitaba mucho. Jonatan gimió y protestó dentro de mi boca, pero me respondió al beso tras dos segundos de lucha.
Su vientre se tensó y yo gemí de dolor y placer al mismo tiempo cuando sus dientes encontraron mi labio inferior. Él jadeó como si estuviera recibiendo un terrible golpe, pero yo sabía que era el golpe de un delicioso orgasmo. Lo sentí espeso y abundante saltando en mi mano y más allá, manchándome la ropa. Fui relentizando mis caricias y suavizando el agarre sobre Jonatan, hasta liberarlo lentamente.
Lo besé en los labios con ternura. Él tenía los ojos cerrados y jadeaba como si hubiera dado la carrera de su vida.
––¿Estás bien? ––le pregunté apartando mis manos de su entrepierna.
––S-sí… ––jadeó abriendo los ojos, me sonreí al verlo sonrojado––. Muy bien…
––Qué bueno ––ronroneé mordiéndole el mentón.
Se rió, avergonzado pero aliviado y yo reí con él… feliz. Jony me miraba con una expresión que hasta el momento no conocía. Finalmente le conocía todas su expresiones en todas… o casi todas las situaciones posibles.
––Andá a limpiarte eso ––protestó señalándome––. No… ¡no, Aryan! ¡Ni se te ocurra, asqueroso!
Entre risas, me monté sobre su cuerpo semi desnudo y jugué a embarrarle la cara con el semen en mi mano. No iba a hacerlo y él lo sabía, pero el juego fue hermoso. Me gané que me hiciera cosquillas en las costillas, que me tumbara con su fuerza y me besara con pasión mientras me sujetaba las muñecas por encima de la cabeza con una sola mano.
––Es sólo un poquito y es tuyo ––le sonreí provocador––. No te puede dar asco si es tuyo.
––¿Ah no? Bueno… yo te voy a sacar del tuyo y te lo voy a hacer tragar a ver si te gusta ––me sonrió de vuelta.
––¿Eh? ¡Jonatan!
Me quejé entre risas, luego traté de patalear cuando su mano se instaló entre mis piernas y su boca en mi cuello. Pero mis quejas se volvieron gemidos muy pronto, gemidos necesitados y agradecidos.
No hicimos el amor, pero fue la primera vez que Jonatan me tocó y yo lo toqué. No hubo frustraciones, no hubo quejas ni peleas. Yo no me sentí mal y él no se enfadó. Fue un momento tan perfecto, fue ese último paso para que tuviéramos verdadera intimidad… para que nuestro amor fuera completamente romántico, para que nos perteneciéramos completamente.
Y mis miedos se fueron. No importaba que Antonella le hubiera dado un hijo o hubiera hecho el amor infinidad de veces con él en el pasado, no importaba… porque esa sola caricia que yo le había hecho había sido más intensa que cualquier revolcón antes vivido.

~»¦«~

Comenzamos la mañana desayunando juntos… y todo era diferente, supe que lo que había sucedido al despertar había marcado un antes y un después en nuestra relación.
Jonatan siempre había sido de demostrar su afecto, de regalarme caricias cuando pasaba a mi lado y demás… pero esa mañana estaba directamente mimoso. Mientras preparaba el omelet que me gustaba desayunar, él se pegó a mi espalda y me abrazó por la cintura; me acarició el vientre y me llenó de besos el cuello. Nada fue con fines sexuales, simplemente fue esa intimidad… esa mágica intimidad donde ya no había vergüenzas, dudas o penas, esa intimidad que hace a dos personas una pareja de verdad.
––Tendrías que llamar a Mía antes de que se embole más ––me previno apoyando el mentón en mi hombro––. Estaba re preocupada.
––Envíale un mensaje desde mi móvil ¿quieres?
––Naaaaa, señorito. Dame, yo termino esto y vos la llamás. Se va a re ofender si le mandás un mensaje. Andá, llamala.
Asentí con un suspiro, le dejé el mando de la sartén y la espátula, y fui directo hacia el teléfono fijo. Mía tuvo muchas cosas para decirme, demasiadas cosas para decirme que tenía muy merecidas. Me había desaparecido casi veinticuatro horas sin enviar un miserable mensaje, sin llamar ni nada. Se había llevado una preocupación de muerte y yo la entendía.
Cuando fui a sentarte junto a Jony para desayunar, él me miraba divertido, por lo que le di un empujó en el brazo.
––¿Te puteó mucho? ––preguntó sonriente.
––Bastante… no debería hacerte feliz verme mal por eso.
––Me pone feliz que finalmente te ganés una puteada de ella. Siempre soy yo el “mal hijo”.
Traté de darle otro empujón, pero me sujetó la mano y me atrajo para besarme. Sólo con eso se me pasó el malestar, ese poder hipnótico de Jonatan y sus besos algún día iban a costarme caro seguramente. Pero por el momento, me rendía y los adoraba por lo que eran.

~»¦«~

Me gustaban esos momentos, esos en que estábamos juntos pero cada quién hacía su vida. Después de desayunar nos dedicábamos a hacer lo que nos correspondía. Jonatan practicaba con algún instrumento musical, mientras que yo me dedicaba a escribir. Debería haberme puesto a estudiar o leer apuntes de la facultad, pero escribir se había vuelto una parte demasiado vital de mi día como para postergarla… aún por algo importante como era el estudio. La mano me volaba, y ahora entendía a qué se referían algunas personas cuando decían que las historias se escribían solas; no las planeaba… simplemente surgían, hacían lo suyo y por momentos quedaba sorprendido de cómo una trama podía cerrar con detalles en los que antes no había reparado. Era feliz escribiendo.
Alcé la mirada al escuchar que la escala de notas se había convertido en una canción. Jonatan estaba concentrado pero a la vez fluía con la música. Para Jony no era el mismo esfuerzo que para otras personas, porque se notaba que llevaba la música en la sangre. No había mejor explicación para el que hubiera aprendido tan rápido a tocar la guitarra y de allí otros instrumentos. Se le daba bien el piano, aún aprendía, pero se le daba bien; también era bueno con la batería y otros elementos de percusión, pero la guitarra… oh, la guitarra parecía una extensión de su cuerpo. Verlo tocar la guitarra era… era hermoso, era como si lo hubiera hecho toda la vida, Jony hacía arte con esas cuerdas, y yo podía quedarme embelesado contemplándolo.
––¿Qué? ––rió al darse cuenta de mi mirada.
––Nada… me gusta mirarte cuando tocas ––le sonreí en respuesta––. Jony… canta algo para mí.
––Yo no canto, yo toco ––contestó avergonzado.
––Por eso, canta para .
Se mordió el labio inferior, se apartó el cabello de la frente hacia atrás y suspiró mirándome con reproche, porque así como yo me rendía a sus besos, él se rendía ante mis sencillos argumentos: tan sencillos como que las cosas eran especiales por ser sólo para mi persona.
Jonatan había comenzado a escuchar todo tipo de música mientras estuvo en rehabilitación, la música había sido parte de su día a día, así que ahora conocía gran variedad. Hasta un año atrás no le gustaba el folklore de su país y ahora… era lo que me cantaba. Con unos sencillos acordes y un rasguido muy suave en la guitarra, la voz de Jony emergió… suave, varonil y romántica, acompañada por una letra que se encargó de modificar para mí.

“Si tu quieres que te cante,
como cantan los amantes
bajo el claro de la luna…

Si prefieres que te diga
que eres dueño de mi vida
bajo cielo, mar o tierra…

Te diré lo que tu quieras,
mi belleza, mi príncipe
y mi estrella predilecta
Siempre y cuando me regales
la esmeralda de tus ojos
y el filón de tus caderas”

Lo escuchaba y me perdía, me perdía en su voz, en el toque natural de sus dedos en las notas y en la belleza de la letra. Era una canción hermosa, pero ya la había escuchado en boca de sus cantantes originales y nunca me había sonado tan perfecta como en ese momento. Jonatan cantaba para mí, me miraba en determinadas partes de la canción y en sus ojos verdes se proyectaba tanto amor. Me sentí amado, me sentí amado y preciado, me sentí como lo que Jony siempre decía que era. Me sentí como el nombre de la canción: la estrella predilecta de ese hombre.
No pude evitar levantarme, amaba escribir pero amaba más a Jonatan. Me senté a su lado y apoyé el mentón en su hombro mientras él seguía tocando y cantando.
De repente entendía por qué era tan bueno con la guitarra y por qué me emocionaba verlo. No era sólo porque tuviera facilidad o realmente hiciera cosas hermosas, sino porque Jonatan establecía un vínculo con su padre ausente cuando tocaba la guitarra. Tantas veces me había contado que ese instrumento le recordaba a su papá, que en tantas reuniones familiares éste tocaba y cantaba, o aún contaba chistes con la guitarra en las manos… y Jony hacía esa conexión con el pasado.
Lo que tanto me emocionaba era ser parte de ello. Yo no era un intruso ni alguien que impusiera su presencia, era un invitado silencioso… alguien que tenía la oportunidad de compartir ese momento, alguien que tenía permitido ser parte de algo tan preciado para Jonatan como lo era el tiempo que “pasaba” con su padre.
––Te amo ––susurré contra su mejilla mientras lo abrazaba por la cintura––. Te amo, Jonatan.

~»¦«~

Me costó horrores abandonar el departamento luego del almuerzo, pero conseguí desprenderme de Jonatan para ir a la facultad. Flotaba en una nube, iba escuchando en el mp3 el disco que contenía la canción que Jony había interpretado para mí esa mañana. Siempre me había sentido enamorado de Jonatan pero finalmente estaba en ese momento de estupidez absoluta que se consigue cuando todo es perfecto. En ese momento estaba borracho de amor, drogado de felicidad, sedado por la dicha de que finalmente tuviéramos un equilibrio en nuestras vidas. Todo cuanto viniera podía solucionarse, porque Jonatan y yo estábamos juntos, realmente juntos.
––¡ARYAN!
––¡Ay hombre! ––exclamé quitándome los auriculares y mirando nervioso a… ¡Pablo! ¿otra vez?––. Me has dado un susto de muerte.
––Te vengo gritando hace dos cuadras y ni bola ––rió frotándome un brazo––. ¿Tan fuerte vas escuchando música?
––Algo… pero iba muy distraído, perdona.
––¿Vos cogiste?
Me costó entender la pregunta puesto que… “coger” era un verbo que se empleaba de manera muy diferente en España y en Argentina. Así que para cuando caí en lo que me preguntaba, enrojecí hasta las orejas y le di un tirón en el brazo para seguir caminando.
––¡Cómo me preguntas algo así!
––Es que tenés toda la cara ––se rió mirándome––. ¿Cogiste o no?
––N-no… pero… ¡No tengo que contarte esas cosas!
––¿No? ¿Y a quién le vas a contar? ––me sonrió encantador.
––Ts… ¿qué haces aquí de todas formas?
––Te olvidaste esto en casa ––me explicó tendiéndome el reloj pulsera, había sido un regalo de Mía, pobre de mí si realmente lo perdía.
––Ya… gracias.
Lo miré un tanto molesto, quién sabe por qué me sentía molesto. O más bien era porque desconfiaba, habían pasado mucho tiempo desde la última vez que nos habíamos visto, ¿y justo cuando tenía una pelea con Jonatan aparecía? Era raro, era clásico de culebrón de telenovela y no me gustaba. Pero sí era cierto que… no tenía nadie con quién compartir mis experiencias. Mía no contaba, Mía no estaba en un terreno neutral, ella siempre buscaría abogar por mi relación con Jony y eso estaba bien, pero a veces simplemente quería… contar las cosas y nada más.
Ahora caía en cuenta de que realmente no tenía amigos en ese país.
––¿Y cómo estás hoy con respecto al hijo de tu novio? ––me preguntó Pablo de repente.
––Sorprendido… pero estoy bien. Hemos pasado por cosas realmente malas como para amargarme por algo como esto. Sólo lamento que Jony se convierta en padre a tan temprana edad y… bueno, y sin haberlo planeado, así de repente. Sé que es un golpe para él, y para mí también. Pero estaremos bien, estoy bien, ahora sí.
Le sonreí. Estaba seguro de que Joaquín era hijo de Jonatan, lo estaba aceptando aún antes que el propio Jony. No iba a amargarme por ello. Joaquín era un bebé sano, despierto y hermoso, además las cosas con Antonella pintaban estar bien… no podía quejarme.
––¿Algún día vas a querer tener hijos con Jonatan?
––¿Eh? ––me reí nervioso––. Mira las cosas que me preguntas. Apenas estamos saliendo y…
––Y ya planeaste toda una vida con él ––suspiró negando con la cabeza––. A mí no me mientas.
––Pablo ––suspiré mirándolo––. Esto es incómodo ¿vale? Eres mi ex y Jony… Esto es raro, no puedo hablar de estas cosas contigo. No es… es raro ––afirmé.
Él se rió y se frotó la nuca, lo veía mucho más adulto que antes. Tampoco había pasado tanto tiempo pero más que nunca veía la tremenda diferencia de edad que teníamos. Qué cosa más curiosa… que tener a alguien que te doblaba la edad de pareja no era raro ni desconcertante, pero un amigo lo cambiaba todo.
––Lo siento, no quise decirlo así.
––No, todo bien. Supongo que me agarra el viejazo y quiero arreglar cagadas que me mandé.
––¿Sabes? Llevo un tiempo en este país, pero hay cosas que ustedes los argentinos dicen que no tienen ningún sentido ––le sonreí y guiñé un ojo––. ¿Quieres expiar culpas?
––Después del accidente en el boliche ––suspiró él, dispuesto a confesar––. Lo que te dije sobre Jonatan… es horrible darse cuenta de que lo último que dijiste sobre una persona fue un insulto movido por los celos ¿sabés? Pensé que el chico se iba a morir, y estaba seguro de que vos te ibas a morir de alguna manera con él… Me carcomía, era una culpa rara.
––Sabía que era eso ––susurré un tanto triunfante––. Perdón… es que era obvio que estabas celoso de él, y yo tampoco hice mucho para tranquilizarte.
––Pero fue para mejor, es demasiado obvio lo que pasa entre ustedes, lo que tienen… La verdad lo envidio un poco. Y no sé, sos un pibe muy bueno, Ary; me doy cuenta de que sí estás cometiendo un error: tu mundo gira en torno a Jonatan. ¿No tenés amigos además de sus amigos?
––Bueno… no, pero… ––me callé al verlo arquear una ceja––. Sí, puede que esté un poco… un tanto…
––Orbitás alrededor de tu novio, es normal. Y ya sé que soy un viejo choto, pero si algún día querés charlar y salir, lo que sea, tenés mi número.
––Pablo…
––Ya sé que soy tu ex, pero avanzamos los dos ¿o no?
––Hemos follado ––contesté mortificado––. Es… raro.
Él se encogió de hombros y alzó las manos.
––Yo te dejo la puerta abierta, si me querés volver a ver… como amigos, me llamás.

~»¦«~


Esa noche fui directo al departamento de Jony. Ni bien entré me recibió un maravilloso olor a comida. Loki llegó corriendo a frotarse contra mis piernas, lo acaricié despacio y pasé a su lado para llegar a Jonatan.
––¿Fuiste a clases? ––le pregunté apoyándome en el umbral.
––Para tú información: sí, mamá ––me contestó inclinándose para besarme en los labios––. ¿Qué tal te fue?
––Tomé mate.
––No ¿posta? ¿Y te gustó? ––preguntó con cara de asco.
––Mucho, no entiendo por qué no te gusta. Am… quería hablarte de una persona que conocí hace poco, un nuevo amigo.
Le hablé de mis clases y mi tarde en general, y por alguna razón me callé lo de Pablo. Sabía que estaba mal, que callarme algo así era una tontería porque no había significado nada… pero también sabía que Jonatan era celoso e inseguro, y que en general estábamos en una situación delicada. ¿Para qué agregar algo que no tenía sentido pero que sí nos haría daño? No, mejor no. De todas formas no iba a volver a ver a Pablo.

Para cuando entré al cuarto, Jonatan ya estaba metido en la cama leyendo apuntes de la universidad. Me puse la camiseta grande para dormir que siempre usaba, la que pertenecía a Jonatan pero ya era oficialmente mi pijama y fui a tenderme a su lado. Me apoyé en mi costado y lo miré leer, concentrado.
––¿Jony?
––¿Uhm?
––¿No hacemos el amor porque tienes miedo a herirme?
De haber estado bebiendo algo, probablemente se habría atragantado. Carraspeó, bajó el libro y se giró a mirarme. Pude apreciar la pena y vergüenza en sus ojos, la necesidad que tenía por hacerme feliz, por darme una respuesta válida y solucionar cualquier problema… y lo amé más por eso.
––Sí… creo que sí ––contestó luego de un momento de silencio––. Aparte, Ary… yo no tengo experiencia en sexo anal. Encima que normalmente duele, si yo no sé cómo hacerlo te puedo lastimar.
––¿Tú? ¿ nunca has practicado sexo anal? ––me reí.
––¡Eh! Qué concepto feo que tenés de mí ––sonrió más animado––. No, nunca tuve sexo anal.
Me reí nuevamente y él hizo lo mismo. Dejó el libro a un lado y se giró para acariciarme la cintura, más relajado mientras nos mirábamos.
En ese momento… tuve otro arrebato de valor en el día. Era ahora o nunca, Santiago tenía razón: dependía de mí cortar con esos miedos e inexperiencia.
Sujeté una mano de Jonatan y me llevé dos de sus dedos a la boca, los lamí y luego los chupé. Los humedecí con una sensualidad totalmente inapropiada para la situación. Los chupé, los adentré en mi boca hasta casi tragarme los nudillos y los saqué completamente mojados.
Jonatan me miraba anonadado, pero no me avergoncé por ello. Llevé esos dedos hacia mi trasero y los empujé entre mis nalgas.
––Tócame.
––Ary…
––Tócame, por favor ––susurré contra sus labios.
Y me tocó. Lo sentí inexperto como era esperado, nervioso y totalmente inseguro, pero a la vez lleno de deseo. Y cuando le pedí que metiera un dedo sin temor, que no iba a lastimarme, lo hizo despacio y con un cuidado que casi me dio deseos de llorar… porque aún cegado por el placer Jonatan se negaba a lastimarme aunque fuera de la mínima forma posible.
Gemí, gemí contra su boca y busqué un beso que se volvió ardiente. Pero en un comienzo no lo toqué, no, quería que Jony viera que me estaba haciendo sentir bien, que todo lo que sentía en ese momento era placer y ansias y que… quería más, mucho más, siempre iba a querer más si venía de él.
––Cúrvalo hacia abajo ––jadeé mirándolo––. No, del otro lado… ¡ah! ¡ahí!
Pese a que cerré los ojos embargado por el placer, sentí a Jonatan sorprendido. Quizás fascinado por lo que podía conseguir con el cuerpo de un varón. Y claro, estaba tan acostumbrado a ese punto secreto en las mujeres que podía volverlas locas, no sabía que existía lo mismo en los hombres… pero yo me iba a encargar de hacerle ver lo contrario. Y lo demostré.
Se sentía bien, aunque podría haber sido mejor. Pero la mayor parte de mi excitación se debía a la conciencia de que era Jonatan quien me estaba tocando, quien cobraba confianza al hacerme aquello.
––¿Sigo? ––me preguntó en un jadeo.
Ese jadeo, el verlo y encontrar la lujuria brillando en sus ojos… me hizo hacer el siguiente movimiento. Metí la mano bajo su ropa y lo encontré erecto, comencé a masturbarlo.
––Sí… sigue, sigue… por favor, sigue.
––Ary…
Nos besamos entre jadeos y gemidos. Cada uno de los sonidos que salían de mi boca incentivaban a Jonatan, y  por eso los exageré… no fue difícil, saber que era Jony el que me hacía eso bastaba para encenderme como nunca antes. Gemí y le pedí por más, lo sentí duro entre mis dedos y lo acaricié.
Por suerte, Jonatan aprendía rápido o quizás tenía el sentido común de que yo no era como una mujer, con meter los dedos no alcanzaba, así que usó la mano libre para masturbarme.
––Jonatan… Jonatan, me gusta… me gusta, sigue… oh por favor, sigue…
Mis experiencias sexuales hasta ese momento las había tenido con mi primer novio, con Pablo. No habíamos estado juntos demasiado tiempo, pero habíamos compartido la cama muchas veces. Sin embargo, nunca había sido de hablar, de pedir ni ser muy escandaloso en el sexo, me apenaba mucho hacer tal cosa. Pero con Jonatan era diferente, me surgía expresar lo que sentía, necesitaba hacerle saber que me gustaba y que siempre me gustaría lo que viniera de él.
Por primera vez desde que éramos pareja… nos corrimos juntos, llegamos al orgasmo y ambos quedamos jadeantes y sonrientes, mirándonos, amándonos y deseándonos. El beso que intercambiamos ese momento, ese beso de satisfacción y relajo fue hermoso. Podía decir que finalmente conocía todos los besos de Jonatan, así como sus expresiones, miradas y demás, finalmente lo conocía y él a mí.
Nos limpiamos y regresamos a la cama, me acomodé en ese hueco que se formara entre su brazo y su torso, apoyé la cabeza en su pecho y suspiré de gusto. Él me acariciaba la espalda, hacía formas invisibles con los dedos y miraba fijamente el techo.
––¿En qué piensas? ––le pregunté acariciándole el pecho.
––Tenía miedo ¿sabés?
––¿De qué?
––De que estuvieras conmigo por culpa ––confesó girando el rostro para verme.
––¿Y eso?
––Te hubieras ido a España si Héctor no te hubiera convencido. Te sentías re culpable después de lo que pasó en el boliche, vos mismo me lo dijiste. Y como pasamos tanto tiempo juntos sin que… bueno, sin que pasara nada, pensé que te estaba reteniendo por culpa, que estabas conmigo por lástima.
Lo miré boquiabierto, totalmente incrédulo de lo que estaba escuchando. Pero no se lo reproché, más bien lo entendí. Entendí que ambos habíamos sido unos tontos con temores que se hacían cada vez más grandes porque no hablábamos de ello.
Desde que nos conociéramos habíamos sido capaces de hablar de todo, de enfrentar nuestros peores miedos y de sincerarnos con el otro sin importar cuán vergonzoso o personal fuera… pero ambos estábamos descubriendo que como pareja no funcionábamos de la misma manera que como amigos. Como pareja teníamos tanto a favor, tanto por vivir y disfrutar, pero al mismo tiempo nos escondíamos información vital… porque siempre sería referido al otro.
Me di cuenta en ese momento que, podíamos ser muy fuertes mientras nos mantuviéramos unidos… pero esa unión podía ser en extremo frágil.
––Yo temía algo parecido ––le confesé––. Temía que estuvieras conmigo por compromiso, por costumbre y no por amor. Por culpa, por lo del riñón y todo eso.
––Ary… ––negó girándose a encararme por completo––. No es así ¿sabés? Te amo, te amo en serio.
––Lo sé, ahora lo sé. Y tú tienes que entender lo mismo. Estoy contigo porque estoy loco por ti, no por culpas ni nada de eso ––le sonreí acariciándole la cicatriz del trasplante––. Te amo.
Él me sonrió y acarició la gemela de esa marca en mi cuerpo. Teníamos la misma cicatriz, claro.
––Creo que sí es cierto que me bloqueo para no lastimarte… en el sexo ––continuó sin dejar los mimos––. Pero también creo que mucho tiene que ver la inexperiencia. No sólo en lo que es sexo anal, sino en… estar con un hombre. En todo trato nuestra relación como traté todas las que tuve antes, pero en lo físico no puedo hacer lo mismo, Ary. No puedo tratarte ni tocarte igual que a una mujer. No quiero tratarte igual.
––Entiendo ––le sonreí.
––Aunque después de hoy… las cosas pintan mejor ¿no?
––Mucho, mucho mejor ––ronroneé buscando un beso.
Nos besamos largo y tendido. Nos besamos despacio y con amor, saboreando el cariño y la complicidad, la paz del momento. Nos habíamos sincerado, nos habíamos sacado un peso muy grande cada uno y así estábamos verdaderamente bien.
––Ary… quiero que vayamos a Jujuy juntos.
––¿A casa de tu familia? ––me sonreí acariciándole los cabellos negros.
––Sí. Quiero que conozcás mi casa, mi familia, mi ciudad… quiero que vayamos juntos a ver a mi papá.
––Me encanta la idea. Podemos ir en Abril ¿no crees? Para Pascuas no hay clases.
––Cierto, es fin de semana largo. Gracias… ––sonrió acercándose a besarme.
No entendí el agradecimiento, no después de todo lo que habíamos pasado. Quizás Jony creía que me daría algo de miedo ir a conocer a su familia, cosa que ciertamente era una presión importante, pero no me aterraba… más bien me gustaba que quisiera presentármelos oficialmente. Que quisiera llevarme al cementerio a ver a su papá.
El beso, oh el beso… el beso se volvió demasiado sensual para seguir dejándome en un papel pasivo. No pude evitar girar y montarme sobre él, seguir el beso y acelerar la respiración de ambos.
––Jonatan… tócame otra vez.

––S-sí… sí….



Continuará...